Mi 2019 en videojuegos
Tales of Xillia (PS3)
Comida de confort. Tales of Xillia (2011) es todo lo que me gusta de Tales. También es todo lo que está mal con Tales. A pesar de haberlo disfrutado un montón, porque aparentemente no tengo estándares, es la primera vez en mi historia con la serie (ya un total de seis juegos) en donde quedo con un ligero sabor amargo. Xillia cumple con las dos cosas más importante de Tales: personajes divertidos y un combate decente. Pero lo segundo es un paso atrás con respecto a su antecesor Graces (un mejor juego en general), y lo primero no es tan excepcional como para tapar el resto de los problemas.
A Xillia le persigue algo que no puedo describir de otra forma más que “una sensación de bajo presupuesto”. Eso en otros títulos de la serie no es un problema gracias al enfoque más pequeño, pero en querer alcanzar más de lo que pueden con un pseudo open world, Bamco creó un mundo totalmente vacío y carente de personalidad. Navegar el mapa de Xillia es una experiencia patética, y si bien algunas zonas como la ciudad universitaria de Fenmont son memorables, el resultado es el Tales más insípido que he jugado hasta la fecha.
El desastre de Zestiria no fue más que la gota que derramó el vaso para Tales. Si quieren apuntar el momento en el que todo fue en picada, miren a Xillia. El juego es recordado con cariño por la crítica y los fanáticos, cuando es en realidad podría bien ser la razón por la que Bamco pensó que solo con fan service podrían llevar esta saga adelante.
Uncharted: The Nathan Drake Collection (PS4)
Aunque The Nathan Drake Collection (2015) fue mi introducción a la franquicia, no necesito ser veterano para saber que es una excelente remasterización y un punto a favor para los que argumentamos que 60 FPS deberían ser la norma hoy en día, punto.
Es algo difícil separar estos tres juegos como piezas individuales: después de todo, los devoré en unas dos semanas. Lo cierto es que son muy similares, con mejoras más iterativas que disruptivas. Uncharted siempre es Uncharted, pero por supuesto que hay algunos rasgos identificables para cada título:
Uncharted: Drake’s Fortune
Aunque es el peor de la trilogía original, el pequeño éxito de Drake’s Fortune (2007) es que nunca se toma demasiado en serio a sí mismo. No experimenté ninguna incomodidad de gameplay que tanto temía, tal vez gracias al trabajo de, repito, una fantástica remasterización.
Uncharted: Among Thieves
Un bombazo de juego, sobre todo después de una de las mejores escenas de introducción que he jugado. Among Thieves (2009) es todo lo que fue su antecesor, pero mejor. Además del comienzo, destaco también la secuencia del tren y la muy requerida pausa explorando la montaña mística de Nepal. Acción sin parar. Tremendo.
Uncharted: Drake’s Deception
Si Among Thieves destaca por sus explosivas secuencias de acción, Drake’s Deception (2011) gana porque ofrece, por primera vez, un desarrollo genuino para sus personajes. El salto en calidad narrativa es enorme: la relación Nathan-Sully, particularmente, es un deleite de explorar. Pero también hay indicios de lo que parece ser el conflicto principal de A Thief’s End.
Uncharted por primera vez se siente orgánico. Uncharted se supera con cada entrega.
Marvel’s Spider-Man
Marvel’s Spider-Man (2018) es el argumento perfecto de ejecución > innovación. Es la clásica experiencia AAA sin mucho más. Y eso está bien, porque el nivel de refinamiento es excelente.
Mecánicamente, Spider-Man no hace nada demasiado innovador. El combate está obviamente inspirado en la fórmula Arkham, pero el momento a momento es y el flujo de la acción dan en el clavo, con un moveset que progresa de forma satisfactoria y auténtica, no solo a nivel superficial.
La historia en términos generales es una típica historia de Peter Parker (tal vez con la excepción de la inclusión de Miles Morales), pero de nuevo, tanto el guion como las actuaciones cumplen con creces y logran encapsular a la perfección “el corazón” de lo que es Spider-Man.
Estaba listo para ser algo más cínico con este juego, pero es imposible. Es un triunfo para todo el modelo blockbuster.
Dark Souls II: Scholar of the First Sin
Hay dos versiones de Dark Souls II (2014): una es el juego original, la otra una especie de expansión/revisión, Scholar of the First Sin (2015), que supuestamente mejoró algunos de los problemas que tenía a nivel de diseño.
Tal vez como jugué SotFS, no encontré problemas horribles con Dark Souls II, pero el juego es considerado el eslabón débil de la serie, y puedo ver por qué. Una de las cosas que más me gustó del primer Dark Souls era cómo Lordran estaba interconectado entre sus diferentes zonas, y cómo los caminos y atajos hacían del backtracking algo más especial que una simple puerta cerrada. En DS II no solo tienes fast travel desde el comienzo, sino que además Drangleic se siente como un mundo más disperso en general. Le quita algo de la magia del primer juego.
Pero una nota más positiva, el lore de Drangleic es tan bueno como lo que vino antes, y a decir verdad, es algo más directo y fácil de digerir también. A nivel narrativo se siente un poco más satisfactorio.
Mario & Luigi: Superstar Saga + Bowser’s Minions
Puede que Mario & Luigi: Superstar Saga (2003, 2017) sea el juego más gracioso de mi vida. Además, hay un convincente RPG detrás, con giros lo suficientemente divertidos al canon de Mario como para mantener las cosas interesantes. El remake es el mismo juego con mejoras visuales, y en ese sentido cumple espectacularmente. Pero parece un desperdicio que se haya lanzado en 3DS, cuando en Switch pudiera haber obtenido una vida más larga. Ya conocemos la historia de lo que pasó después con el estudio, y es bastante triste.
Bloodborne
Bloodborne (2015) es uno de los mejores videojuegos de la historia; o como mínimo, el máximo embajador de un género en concreto: el RPG de acción. From Software sigue construyendo sobre un modelo narrativo único que no para de cautivarme. Es una lástima que corra a 30 FPS.
Más: Carta de amor a Bloodborne
Batman: Arkham City
Jugar Arkham City (2011) justo después de Marvel’s Spider-Man te pone en perspectiva algunas cosas. Ocho años después, debo decir que City se mantiene bastante bien. Aun así, y con temor a estar sesgado por la nostalgia, creo que prefiero Asylum por el simple factor novedad, pero sobre todo por una historia y premisas más enfocadas.
Tales of Symphonia (Steam)
He jugado Tales of Symphonia (2003) un total de tres veces. Dos en la versión original de GameCube y esta última en la versión de Steam. No sé qué puedo decir sobre este juego que no se haya dicho antes. Pero al menos a nivel personal, es uno de los más importantes de mi vida, y la razón única por la que hoy me considero un entusiasta de los JRPG. Tales of Symphonia es un clásico, y es considerado un punto alto de la serie junto a Vesperia por una razón.
Es una lástima que tanto la versión de PS3 como el port de Steam que jugué sean productos tan mediocres. Los detalles específicos del porqué son bien conocidos a estas alturas, y de hecho la versión de Steam causó algo de controversia en su momento, pero no deja de impresionarme cómo algunas compañías pueden ser tan cínicas con sus propiedades intelectuales más queridas.
Hoy Tales of Symphonia en Steam al menos funciona. Pero aun así no deja de ser un port pobre en donde es evidente que solo se hizo el mínimo esfuerzo.
Tales of Symphonia: Dawn of the New World (PS3)
La secuela de Tales of Symphonia es más un spin-off que una auténtica continuación por todo lo alto. Siempre he sido defensor de este juego, no porque sea particularmente bueno, sino porque desde el comienzo recibió duras críticas que nunca me han parecido del todo justas.
Tales siempre ha sido una serie apoyada en el fan service y en los tropes más cansados y comunes del anime y los JRPG, y sus fanáticos la amamos por eso. Dawn of the New World no es diferente, y aunque su mecánica de colección de monstruos estilo Pokémon es superficial, el combate sigue siendo decente y la historia también (para estándares de Tales, al menos). Encima tiene una de las pocas tramas románticas de la serie que cierra de forma satisfactoria.
Ojalá llegue a Steam algún día, aunque lo dudo.
Horizon: Zero Dawn
Horizon: Zero Dawn es un juego hecho con cariño. Su mundo está realizado de forma espectacular y es uno de los títulos más vistosos de su generación. Aloy se ha convertido en un personaje icónico casi de forma instantánea, y es imposible no disfrutar de ella en parte gracias al increíble trabajo de Ashly Burch. También es un logro técnico, uno de los primeros ejemplos de HDR hecho bien en videojuegos, y un título escalable que supo aprovechar el hardware en donde se desarrolló, pero que además se perfilaba bien para el futuro.
Y sin embargo, toda la inspiración presente en el concepto de Horizon es inexistente en el diseño del juego. Es probable que ya hayas jugado este juego antes, porque Horizon reúne todos los tropes en los que han incurrido la industria Triple A en los últimos años. ¿Open world? Sí. ¿Torres que llenan el mapa de misiones y cosas por hacer? Sí. ¿Sistema de crafting y equipamiento superficial? Sí. ¿Sobreuso de grabaciones de audio para contar su historia? Sí. ¿Y esa historia se toma demasiado en serio a sí misma? Sí.
En un mundo pos-Breath of the Wild, encuentro difícil digerir juegos como Horizon (cabe mencionar, ambos salieron el mismo año). Especialmente si no tienes la absurda, ridícula y surreal atención al detalle (y recursos) de un Red Dead Redemption 2.
No quiero ser cínico con este juego, porque tiene muchísimas cosas a su favor. Y admito que tal vez fui víctima de la clásica “fatiga Triple A” que nos invade a algunos. Pero aunque no la pasé mal con Horizon, no sé si jugaré la secuela.
The Legend of Zelda: Oracle of Seasons, Oracle of Ages
Hay muchas cosas que amar de estos títulos. Y es que, tomados sin contexto, son muy buenos juegos y una demostración perfecta de lo que fue esa época para Zelda. No obstante, el tiempo no ha sido amable con ellos. El Game Boy Color era un sistema muy limitado incluso para la época, y en 2019 estas limitaciones duelen aún más. Es difícil recomendarlos en la actualidad, no solo por la dificultad de conseguirlos (fuera de la emulación, la solución más viable sería la eShop de la 3DS), sino por decisiones de diseño obtusas que sin duda fueron condicionadas por la época. Estos son dos juegos que piden a gritos sus respectivos remakes.
Todo lo que Oracle of Ages y Oracle of Seasons hacen ya lo habíamos visto en A Link to the Past o Link’s Awakening. Mientras que el primero representaba un bombazo que llevaría a la serie adelante por años y el segundo se convertía en el “bicho raro” con su colorida personalidad (sin mencionar haber estrenado el formato portátil), Ages y Seasons poco traen a la mesa, y haberlos jugado tanto tiempo después me deja con la sensación de que son juegos redundantes y sin auténticos aportes a la serie.
Red Dead Redemption 2
Red Dead Redemption 2 es un juego anticuado. También es uno de los títulos definitivos de la generación. Red Dead Redemption 2 es exceso. Exceso de contenido, exceso de recursos, y exceso de talento; tanto en los actores y guionistas que dan vida a sus personajes como en los programadores que que hacen posible experimentar este épico western.
RDR2 triunfa porque, si bien corre en dirección contraria a lo que sería la evolución natural del open world (Breath of the Wild), lo hace con tanta confianza y destreza que no importa. Es cierto que la “libertad” en el gameplay no es una prioridad para Rockstar, pero detrás de esas restricciones también existe intención, algo que inevitablemente se pierde en los títulos más experimentales y abiertos (… como Breath of the Wild).
RDR2 no existe para romper moldes o evolucionar este lindo medio. Existe para contar una historia y mostrarnos un mundo hermosamente realizado con un acercamiento lleno de personalidad y que roza las intenciones de un simulador.
Leer: Red Dead Redemption 2: El open-world guionizado sigue vigente